¿Dónde está nuestro humanismo?


Año 2016:

Fardamos de modernos porque nos teñimos el pelo de colores y llevamos ropa extravagante. Presumimos de tener una mente más abierta, más liberal porque ya no nos importa tanto que las chicas jueguen al fútbol o que los chicos hagan ballet. Pero, ¿qué importa eso si no somos capaces de mostrar nuestra caridad y humanismo hacia aquellas personas que lo están pasando realmente mal, si no somos capaces de tenderles una mano cuando más lo necesitan?

Han caminado kilómetros y kilómetros huyendo de un país en guerra. Se han pateado medio Europa con la única intención de sobrevivir,  ya ni siquiera vivir. Apenas tenían algo para llevarse a la boca, ni un techo bajo el que poder dormir. Muchos de ellos caminaron descalzos a pesar de las malas condiciones del terreno, otros tantos se quedaron por el camino desnutridos o enfermos. Sin embargo, eso no hizo que sus familiares se rindieran y abandonasen su objetivo, llegar a Europa. ¿Y para qué querían estas personas llegar a Europa?, porque si se quedaban en su país morirían tiroteados, bombardeados o de hambre. Estos valientes decidieron arriesgarse y emprender un largo y duro viaje con lo puesto, con sus seres queridos y sin ningún tipo de aprovisionamiento.

Tras tener unas pésimas condiciones de vida, afrontaron la grave y triste realidad y miraron hacia adelante, hacia un futuro más prometedor.

Sin lamentos, cabeza arriba, en marcha. Horas y horas sin parar, sin mirar atrás. Día tras día. Agotados, pies doloridos, hambre. No tiran la toalla. Sale el sol, otro día nuevo, otro día más. El objetivo está cada vez más cerca. El tiempo no siempre ayuda, hace frío, llueve y los caminos están embarrados, pero ellos continúan decididos. Llevan a sus bebés en brazos, cruzan arroyos, no les importa. Son tenaces, tienen una enorme fuerza de voluntad. Ya están cerca y Europa lo sabe, y Europa duda. No saben si quieren abrirles la puerta o dejarles tirados. Debaten el tema y deciden repartírselos como si fueran caramelos. La gente murmura sobre el asunto, se empiezan a escuchar comentarios racistas.

Ya han llegado, ¡por fin! Han conseguido su objetivo. Ya piensan en una vida mejor, en un futuro próspero para sus familias, en una segunda oportunidad. A pesar de no hablar la misma lengua, a pesar de no tener dinero, ellos han luchado, han sufrido, han abandonado su país para poder vivir mejor, mejor que vivir en un país en plena guerra. Europa les acepta, ya han hecho el reparto. Se empiezan a ver acciones racistas, una reportera húngara pone la zancadilla a un refugiado. Somos escépticos, no nos fiamos de ellos. Ya insertados en nuestro continente, un tiempo después, Europa no los quiere, quiere cerrar las fronteras. Pagan justos por pecadores, la manía de generalizar. Estas humildes personas que han huido con la única intención de vivir mejor, no tienen la culpa de provenir de un país en guerra, en el que el grupo terrorista, del que ellos mismos huyen, quiera acabar con Europa. No podemos devolverles allí, no podemos exponerlos a la muerte. Pero no nos damos cuenta, no tenemos la menor idea de lo mal que lo han pasado, de la razón por la que huyen.

Somos unos intolerantes y egoístas y quizá pensamos que darles cobijo en nuestro país va a hacer que empeore nuestro nivel de vida, nuestro estado de bienestar. Pero dejadme deciros una cosa, sólo con el hecho de ayudarles estamos salvando vidas. Haríamos una labor maravillosa que nos haría mejores personas y eso es muy gratificante. Presumimos de ser empáticos, pero no predicamos con el ejemplo cuando tenemos que hacerlo.

¿No os gustaría a vosotros que nos tendieran la mano si estuviéramos en guerra?, ¿no se exiliaron muchos españoles cuando la Guerra Civil?

Pecamos de mirar sólo por nosotros mismos.

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